Voy sobre la nieve... luego sobre las nubes... sobre los árboles y en el cielo azul... Kaisias es mi única compañía. La yegua fiel apareció cuando la necesité y
me permitió escapar de mis enemigos,
ahora no se si sigo corriendo o si estoy cazando a alguien...
¿Qué pasó? las últimas semanas han sido como un
sueño... Todo comenzó cuando dejé a mis
compañeros, Zephiran y Nauli estaban
estudiando, Kasmat... ¿Con Holdric?
Encontré rastro de Quamara y lo seguí,
tiene mucho que explicar, ¡Ella y
el traidor de Wolfish!... La encontré... ella nunca me vio venir, y al verme en lugar de sufrir al verse
descubierta sonrió... y dijo algo... ¿Qué dijo? ... "Tu hijo será para la
dama oscura"... sus palabras todavía me queman el alma como ácido. A
partir de ahí todo está borroso. Wolfish
apareció alardeando como siempre, antes de darme cuenta él ya estaba colgando
de mi espada, y antes de ver la luz de sus ojos extinguirse susurró algo...
como si hubiera pasado un momento de claridad dentro de la tormenta que es su
mente "Al final, se compasivo"
Demasiado tarde para él, volteé
para que Quamara compartiera la misma espada que Wolfish pero ya no estaba ahí.
Perseguí su fantasma una hora...
día... ¿semanas? entró a la tumba antes sellada por Helm, el guardián fiel, la
perseguí, a veces sintiendo su aroma, a
veces a punto de tocar sus cabellos pero siempre me eludió... ¿Por qué no la puedo alcanzar? ¿No he
superado acaso sus habilidades? ¿Cómo entonces pude encontrarla? ¿Me dejó
encontrarla? Tonterías... ella y Wolfish...
Wolfish probablemente la involucró en algo, pero no la justifica... nada la justifica... Enfrentará el juicio de
Helm cuando la encuentre.
Había algo en esa tumba ¿Que era? no lo recuerdo, tengo nuevas cicatrices sobre mi cuerpo
¿Fuego? ¿Ácido? ¿Qué hizo esto? ahora
lo recuerdo... a casi todo lo maté al encontrarlo... pero algunas veces eran
más fuertes que yo... perdí el conocimiento algunas veces, y al recuperarlo vi
muertas a las creaturas habitantes de la tumba... seguramente las herí de
muerte antes de desmayar ¿o no desmayé y luché inconsciente?... ¿Y esas
flechas? ¿Son las mías? recuerdo cuando
Quamara me enseñó cómo hacerlas con los dientes de mis presas.
Espera... ahí está, hemos llegado
al fondo del templo, ahí está ella
frente a la tumba de los Senescales, la tomo del brazo y a punto de hacer rodar
su cabeza ella voltea... ¡No! quien es ella,
la conozco... un avatar de
Shar, no puedo hacer nada... pierdo el
control, camino hacia atrás y el vacío se abre bajo mis pies... Todo está
oscuro, pero algo recorre estas
profundidades y está buscando comida, estiro las manos para pararme y encuentro
esqueletos rodeándome, armaduras
prácticamente deshechas, pero algo insiste dentro de mí ¿Quien me habla? ¿El
deseo de venganza o el de justicia? ¿Helm, Malar o Shar? Finalmente lo
encuentro, una barca para el náufrago, el oasis para el perdido en el desierto, tomo un bastón del suelo... Es helm y no
está solo. Alguien junto... Wauquin dice
él, y me da fuerzas para levantarme y
correr... "tómalo y corre" me dicen, nunca en mi vida he corrido así,
así como antes estuve a punto de atrapar a Quamara, ahora la siento
cazándome, pero ¿Cómo le hace alguien
para esconderse de una persona que sirve a la diosa de lo oculto? no me queda más que rezar por que Helm
guarde el secreto de mis escondites.
¿Cuánto pasó? no se... por fin
salgo de la tumba ante los asombrados clérigos de Wuauquin, corro atravesando
el templo y hay una mucha gente. ¿qué hacen? ¡Observan asombrados a Kaísias! mi
yegua plateada, subo a ella de un salto
ante el asombro de la multitud y apoyada sobre el aliento de ellos, saltamos
sobre la el grupo y nos perdemos en la ciudad,
finalmente en el desierto...
No estoy seguro de ser perseguido
todavía, hago lo posible para no dejar
huellas, no he visto a mis perseguidores pero no se qué tan lejos estén. Tampoco he sentido a Helm, desde que me dio
la fortaleza para salir del templo de Wuauqin no me ha hablado, y siento que mis plegarias no lo han
alcanzado. Finalmente veo señales de él
en las montañas, ¡Su estandarte ondeando en el viento!, despido a Kaísias y
camino humilde ante él, pero algo pasa...
el estandarte está apoyado sobre el cadáver de un caballo... la niebla se despeja un poco y me permite ver
que estoy en un campo de batalla, la
mayoría de los guerreros portan insignias de Helm, uno de ellos, la esquelética mano de uno de
ellos me alcanza, no me atemoriza más me
perturba, salgo del campo de batalla y
encuentro finalmente huellas frescas,
trato de encontrar al jinete que las dejó pero él no está por ningún
lado. Salgo a toda velocidad hacia la Ciudadela del Vidente, temo lo peor, todo su ejército muerto a mis
pies.
Las puertas están cerradas, toco y
tras identificarme como Alak se abren las puertas, dentro se encuentra
una pequeña guarnición, más asombrada de verme que temerosa. Me recibe el encargado de la ciudadela, Aghon,
el asistente de Theodor, es de los pocos que no ocupan barba larga en este
lugar, el cariño de Helm lo protegerá del viento, o sus 60 inviernos le han
enseñado a soportar el frío... durante la cena platicamos y se asombra al
contarle del ejército masacrado cerca de la ciudadela, aunque me cuenta que
muchos de los hombres santos de la ciudadela han recibido diferentes visiones
del dios. Pregunto sobre un scout fuertemente armado y montado, pesado el caballo como pesado el jinete,
deduzco por las huellas, veo la negación en su mirada pero un cuerno nos
interrumpe, y seguido al cuerno, un ariete golpeando las puertas.
Salimos sin precipitarnos pero acelerando
el paso y escuchamos de nuevo el golpe,
estoy por acercarme a la entrada para descubrir la fuente del ruido
cuando la puerta explota en mil pedazos y hace caer a varios hacia atrás. Mi anfitrión y yo nos mantenemos en pié pero
nos volteamos a ver, y al regresar la mirada al ahora abierto portal es mucho
nuestro asombro al encontrar un enviado del dios. Montado sobre un gran destrier azabache, un
guerrero grande como pocas veces ha sido visto, me recuerda a Kasmat. Todo su
cuerpo así como el del caballo están cubiertos por pesadas placas, y cubriendo
la cara del jinete, la insignia divina, la mano del vidente.
Apenas puedo reaccionar, los
guerreros junto a mí se hincan, y al sentir la presencia divina en este
enviado, libero mi espada y la coloco frente a mi tomando la posición de
oración de rodillas, listo para el combate. "Servidores fieles" nos llama, "El que todo lo ve te ordena hacer una
lista de todas las almas que hayan servido a Helm, Todo aquél que merezca
nuestra gratitud así como todo el que haya pasado por esta sagrada ciudadela, quémala en su nombre y después abandona la
ciudadela", inmediatamente Aghon
se pone en pié y es seguido por varios guerreros. Yo permanezco de rodillas y siento la mirada
del mensajero. "En verdad eres
bendito Álak, ni tú ni los tuyos deberán de temer a la muerte, pues tu alma
pertenece a Helm y nadie es capaz de robar al que todo lo cuida, regresa a Impiltur, sana tu alma y sana tu país. Un tiempo de silencio se acerca, los dioses dejarán de hablar a esta tierra y
las puertas del cielo se cerrarán, pero
no dejes tu fe flaquear, cuando tu hijo sea capaz de levantar una espada el
dios regresará". Sus palabras me bañan, recupero un poco de cordura y
entonces me doy cuenta que no se bien que ha pasado hasta este momento... ¿cómo
llegué aquí? yo estaba con Zephiran,
Nauli, Picos, Holdric, Kasmat. Salí de
la tumba y no estaban... en la ciudadela
no saben nada de ellos. Con cánticos y oraciones se sellan las tumbas y
prisiones en donde lo peor de este plano se encuentra encerrado y abandonamos
la ciudadela. He avisado mis planes a la guarnición, les he ofrecido
acompañarme, y hasta el último hombre me seguirá hacia el sur.
Cada vez mis oraciones se sienten
más vacías, como gritando cada vez
dentro de una caverna más y más grande,
cada vez hay menos eco y... ya no sé si alguien escucha. Finalmente en
un sueño, la noche antes de partir, me veo guiando a ésta columna de guerreros,
no en los grandes caminos hacia Lyrabar sino por las montañas, conozco esas
montañas, Quamara me las enseñó. Siento al Dios en este sueño, como un último grito hecho a la lejanía, casi
robado por el viento...
Todo transcurre sin mayor
problema, los pasos todavía nevados se
abren ante nosotros, y aunque terroríficas legiones habitan estas montañas no
nos molestan. Finalmente bajamos a los valles para ser recibidos por Foxbur's
Rest, la mayoría de los pajes del fuerte están encantados de ver a tan
veteranos guerreros, muchos de ellos con una reputación dentro de la orden, y
aunque algunos de ellos deciden quedarse en el fuerte que protege la comarca,
la mayoría continúa conmigo hacia el sur,
viajamos rápidamente por los pasillos de los enanos hacia Lyrabar en
donde el pequeño ejército es bien recibido en el castillo.
Un poco de tranquilidad llena mis
días, aunque las noches no consigo el descanso. Pongo mis asuntos en orden, algunas
de mis inversiones han sido bendecidas, llegan a mi noticias que me levantan el
espíritu: No ha caído ninguna otra ciudad en The vast, tristemente siempre se
ven seguidas de malas noticias ahora Damara está siendo atacada por los orcos y
nosotros no podemos hacer nada por ayudar a nuestro aliado el Rey Dragonsbane,
no sabemos nada del bosque gris, no hemos podido contactar a Nauli y vieron
ríos de sangre llegar al mar frente al bosque. Piedra Blanca se ha declarado
reina de Sarshel, espero Kasmat la haga entrar en razón, sé que no pasará, y
finalmente, la traición de Mardoqueo, ha atacado con tropas de Impiltur a la
torre de Itzfell, pagará por sus crímenes. Ahora cuando menos ejército tenemos,
él mata a las tropas que nos protegen al norte, y finalmente, busco consejo de
Theodore y no se le encuentra por ningún lado.
Me anuncian que el Capitán picos
ha regresado ¡Bien! un amigo con quien platicar, espero traiga buenas noticias
aunque dentro de mí, sé que no.